¿Se embarazan por la asignación?

Por Gustavo Brufman* | El remanido “se embarazan para cobrar la asignación” existe desde su propia instalación como derecho universal. Pero en realidad, esa expresión, ese pensamiento, viene desde mucho antes de la propia existencia de la AUH. Contar con números y ‘datos fríos’ es parte de la base para iniciar un debate que nos permita fundar ese nuevo “nosotros” que tanto necesitamos.

La reivindicación de la Asignación Universal por Hijo es una de las que fuimos capaces de instalar como CTA, y que el kirchnerismo tomó y lo instrumentó. Forma parte de un pliego reivindicativo amplio e histórico de las organizaciones populares que, con todas las limitaciones y dificultades, tenemos la coherencia de nunca haber abandonado la calle. Y en ese camino supimos marchar junto a diversidad de sectores para aportar a la mejora de las condiciones de vida objetivas de nuestro pueblo.

La “acusación” a las madres jóvenes pero especialmente de zonas populares pobres de que tienen hijos para cobrar una suma mensual, tiene como sentido último y fundamento más primario a la vez, la miserable condición del que piensa la vida ajena desde la certeza de su propia comodidad. Mientras como supuesto signo de justicia y sensibilidad, se golpea el pecho afirmando barbaridades como si supiera de los otros, solo porque su alma caritativa se solidariza repartiendo dones y creando fundaciones. Sin contar por supuesto, el que lo afirma desde su sola condición de redomado/a hijo de puta.

Ante tremenda encrucijada nos preguntamos entonces  ¿Cómo no enojarse? E incluso ¿para qué discutir?

Pero el tema no es discutir con ellos/as. Porque ya no es solo un problema ideológico. Sino abrevar en una pedagogía de la emancipación y la esperanza frente a tanto pensamiento colonial y bastardo. Esperanza como categoría política que dispute el sentido común fogoneado e instalado por tanto ‘mierdeo canibal’ que se trafica bajo aparentes gestos bondadosos de quienes no comparten la vida de aquellos sobre los que hablan y condenan. Poniéndolos una y otra vez en el lugar de los que nada podés esperar.

Por eso los números y los datos fríos nos permiten reordenar los tantos y arrojar luz sobre esa porquería que se oculta detrás de estas afirmaciones. Porque hay un nuevo “nosotros” que fundar. Gracias a los compañeros Sergio Arelovich y Daniel Schteingart, profesionales que ponen su estudio y talento al servicio de las mayorías, tenemos estos gráficos elocuentes. El promedio nacional de hijos de quienes reciben la asignación es de 1,8. Y sólo el 7,6% del total de quienes perciben la misma tienen entre 4 y 5 hijos.

Tal  como sucede con otros temas catalogados de ‘candentes’ por la barra opinológica de programas berretas de cable, en este las estadísticas y mapeos, tan consultados para campañas (y papelones) electorales, no se usan. Lo mismo sucede con la cíclica aparición de la intentona de la baja de edad de punibilidad. Nadie dice cuál es la incidencia real de los menores de 16 años en crímenes complejos. Sólo se enfoca el enemigo y se alimenta para su segregación el odio y el miedo del resto de la sociedad.

Como en el caso de las asignaciones, los actores demonizado son siempre los mismos y mismas: los pibes y pibas pobres, jóvenes, víctimas de un sistema de exclusión que viven en las denominadas zonas perisféricas de las ciudades y cuya vida interesa sólo para justificar los males que nunca encaramos como sociedad para garantizar un mundo más justo.

*Gustavo Brufman, Secretario Gremial de la CTA Rosario. Docente universitario.

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