El dirigente de Amsafe Rosario, Juan Pablo Casiello, respondió a las ofensivas declaraciones del responsable de la cartera educativa en Santa Fe, responsabilizando a la docencia por la crisis en el sistema. “Tiene que hablar menos y escuchar más”, aseguró.


Desde hace ya un tiempo largo la crisis de la educación es un tema instalado en nuestras sociedades. No se trata de un tema argentino, sino que recorre buena parte del mundo.
Para ubicar solo una referencia posible, los años ’90 mostraron con fuerza esta crisis y fue cuando se sancionaron varias leyes educativas para enfrentarla. Fueron tiempos de Ley Federal de Educación, fractura del secundario, Plan Federal y demás lindezas como grandes respuestas. Pero en muchos otros países hubo leyes, evaluaciones, programas y apuestas en el mismo sentido.
Con ligeras variantes se repiten incansablemente tres “verdades”:
– El conocimiento es la gran llave para sacar a nuestras sociedades de sus problemas
– Las instituciones educativas (escuelas, universidades) son la herramienta fundamental para ello
– La educación funciona mal. Nuestros estudiantes aprenden cada vez menos.
Estas afirmaciones pueden decirla con convicción un político en campaña, un panelista de la tele, un periodista de deportes, una funcionaria del Banco Mundial, un empresario exitoso, un triste ministro de educación o la dueña de la granjita de la vuelta de casa.
La otra constante, la otra persistencia digna de mejores causas, el otro hit en esta problemática es la apuesta a la evaluación estandarizada. Para enfrentar este problema, para salir de las tinieblas, para ajustar el diagnóstico necesitamos datos, números, porcentajes, cuadros, curvas. Apoyadas en un cientificismo berreta (y en el negocio de algunos vivos amigos del poder que hacen millones vendiendo estas pruebas) se desconocen dos premisas básicas: no se puede medir con la misma regla situaciones muy distintas; en educación lo fundamental es medir los procesos.
Sin esfuerzo se puede construir una serie que se repite desde hace décadas:
– se toma la evaluación estandarizada
– se informan con suma preocupación los malos resultados que arroja
– se señalan, en forma más o menos velada, los culpables: los docentes, los sindicatos, el gobierno anterior, las familias
– se anuncian novedosos programas para resolver el problema… hasta la nueva evaluación que anunciará los mismo malos resultados.
Eso sí, cambian lo nombres: Aprender, Enseñar, PISA, Leer, etc.
Días pasados el ministro Goity convocó a una conferencia de prensa para informar los malos resultados de la Evaluación Santafesina de Lectura tomada el año pasado a estudiantes de segundo grado de las escuelas santafesinas. Dijo que era la conferencia de prensa más importante y más dolorosa de su gestión. Estaba entre enojado y conmovido y, haciendo gala de un inesperado terraplanismo, sentenció: “No hay razones para que esto ocurra”.
Bueno ministro, empezamos mal. Sin profundizar mucho en la ciencia y su método, a mí en la escuela me enseñaron que las cosas no ocurren porque sí; ocurren porque hay razones.
Y creo que de eso se trata. De desentrañar las razones.
Sin pretensión de exhaustividad voy a proponer algunas:
Empiezo por los problemas sociales más estructurales. Perdón por el materialismo explícito pero la causa fundamental de los problemas educativos es que tenemos una gran mayoría de estudiantes y docentes pobres. Es importante evitar caer en un determinismo paralizante, pero desconocer el fuerte impacto de la pobreza en la educación es querer tapar el sol con las manos.
Para los amantes de las pruebas vean el cuadro con los datos desagregados por nivel socioeconómico de las pruebas nacionales Aprender del año pasado:
La diferencia entre la primera barra y la tercera es inmensa; pero el otro dato es que la franja de nivel socioeconómico bajo incluye a más la mayoría de nuestros estudiantes (más de la mitad de lxs niñxs en nuestro país son pobres) y la del nivel alto alcanza solo al 10%.
Tenemos que escaparle al determinismo y no me gusta escuchar la frase “Acá los chicos vienen principalmente a comer”, pero desconocer el fuerte condicionante de la pobreza (material, cultural, simbólica) en los aprendizajes es una tontería.
Y el problema es aún más complejo. Porque la pobreza se combina con una presencia muy fuerte de la violencia y con una creciente desigualdad social. Este triángulo siniestro: pobreza, violencia y desigualdad golpea con una fuerza difícil de exagerar en la subjetividad de nuestros pibes.
Y ahora toca hablar de nosotrxs, lxs docentes.
Ministro, el problema no es que estamos “poco capacitados”. El problema es el maltrato y la miseria salarial. La falta de reconocimiento y la sobrecarga de tareas administrativas. La inmensa mayoría tenemos título universitario o formación de 4 años en profesorados: un montón para un salario bajo la línea de la pobreza ($703 mil para el cargo testigo) que nos obliga a acumular dos y hasta tres cargos. Vean el cuadro con la evolución del salario en Santa Fe.
Ministro, cada día son más lxs docentes que dejan las aulas buscando una tarea más rentable y cada año son menos delos estudiantes en las carreras de profesorado.
Enoja escuchar desde el gobierno la repetida mentira de que “hacemos un gran esfuerzo y aumentamos la inversión en educación” cuando la realidad es bien otra. Cada vez hay menos plata para educación. Por eso cae el salario, faltan cargos, se caen los techos del Normal 1, en algunos barrios faltan aulas y los estudiantes rotan los días que van a clases y en muchas escuelas hasta no alcanzan los bancos para que los chicos puedan sentarse.
La caída del dinero destinado a educación en Santa Fe -vean el cuadro- es un tobogán con un impacto durísimo inevitable: del 35.9% de Bonfatti al 22.5% de Pullaro.
Y a estas razones más materiales, pobreza e insuficiencia presupuestaria, debemos sumarle el lugar que el Ministerio nos da a lxs docentes. Para ellos no somos intelectuales, sino meros aplicadores de las políticas que definen empresas o algunos burócratas que nunca pisan un aula; no somos trabajadores con formación académica sino empleadxs poco capacitados; no somos alfabetizarorxs continuadores de la tradición de las hermanas Cossettini, de María Teresa Nidelcoff, de Rosa Ziperovich, sino vagos que faltamos mucho y hacemos paros.
Ministro, la crisis de la educación es profunda pero no estar bueno buscar titulares en los medios hablando de “catástrofe”.
Tiene que hablar menos y escuchar más.
Las soluciones no están al alcance de la mano y hay que iniciar un camino colectivo para buscarlas. Es con lxs docentes, nunca contra lxs docentes.
Hay problemas que exceden al ámbito educativo pero no pueden desconocerse.
Y es necesario mejorar de modo sustancial el presupuesto educativo y la situación de la docencia.
Termino parafraseando un viejo adagio: la educación es un asunto muy importante para dejarla en manos de los ministros.