Ahí gritan los pibes y las pibas. Corren desaforados en un patio al que le faltan ojos. Ahí van las preguntas sin responder y las enseñanzas que esperarán. Carlos Fuentealba es grito por justicia. Una Justicias así, con mayúscula, la que nombra la vida digna y cómo conseguirla junto a otros y otras.
De origen proletario, obrero de la construcción, empezó a estudiar en un Profesorado nocturno. Militó y reivindicó la política desde sus ideas de izquierda, con una clara definición: cada trabajador debe tener su sindicato, sindicato con contenido de clase y pleno ejercicio de la Democracia Sindical.
Estuvo en la primera línea del corte en Arroyito, provincia de Neuquén. Lo hizo pese a no haber sido de los que apoyó la resolución del sector en el marco de aquel conflicto que se desarrollaba en abril de 2007. Pero de eso se trata lo colectivo y la democracia: respetarla con el compromiso de la presencia.
Carlos fue un trabajador docente, multiplicador de saberes, historias, valores y relatos populares. No dejó banderas caídas: los reclamos ondeantes en el aire de la organización ya los levantan miles de docentxs jóvenes que siguen la lucha que emprendió.
La cúpula de armas a cargo de la represión en aquella jornada fue recientemente condenada, en un paso contra la impunidad que siempre busca exculpar responsables. Suenan sus nombres, Benito Matus, Carlos Salazar… Suenan sus nombres, Moisés Soto, Adolfo Soto… Suenan sus nombres, Mario Rinzafri y Jorge Garrido. Son algunos de los responsables de la muerte del maestro del pueblo. Faltan más. Nombres que no suenan aún, como el del entonces Gobernador Jorge Sobisch.
Pero sí es canción Carlos, nombre de escuela, de agrupación, de bibliotecas, calles y trapos. Es música de marchas y jardines. Es tiza que no se mancha con sangre. Es valor y solidaridad. Es Carlos. Maestro, compañero. Y está presente. Ahora y siempre.
CTA Autónoma Regional Rosario
Por Sofía Alberti – Gustavo Terés – Paula Nardini (Secretaria de Comunicación, Adjunto y Actas, CTA Autónoma Regional Rosario)
