Por Comunicación CTAA* | Este 16 de septiembre recordamos a las y los jóvenes estudiantes secuestrados y asesinados en 1976, en la ciudad de La Plata, en el marco de la última dictadura genocida. También los hechos que sacudieron la historia del movimiento obrero local, conocidos como ‘el Segundo Rosariazo’.
Ese 16 de septiembre de 1976 secuestraron y asesinaron a un grupo de jóvenes que habían sido protagonistas de la lucha por el boleto estudiantil, Esa noche es conocida como la noche de los lápices: aquella en la que la patota del General Ramón Camps los secuestran en un operativo llevado a cabo por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y por la policía de la provincia de Buenos Aires. Eran jóvenes militantes, la mayoría de ellos pertenecían a la organización peronista Unión de Estudiantes Secundarios, otros correspondían a la Juventud Guevarista del Partido Revolucionario de los Trabajadores.
Los hechos perpetrados contra ellos y ellas se sostuvieron hasta el 19 de septiembre de 1976. Fueron secuestrados y secuestradas María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Claudio de Acha, Horacio Ángel Ungaro, Daniel Alberto Racero, María Clara Ciocchini, Pablo Díaz. Fueron torturados y torturadas bestialmente en el Pozo de Banfield.
El único sobreviviente fue Pablo Díaz. También fueron secuestrados Patricia Miranda Emilce Moler y Gustavo Calotti por grupos de tareas, ellos estuvieron en Arana, Pozo de Quilmes, Comisaría 3 de Valentín Alsina y Devoto.
Pese a los años de desarrollo democrático, las fuerzas de seguridad sostienen prácticas dictatoriales contra la juventud, principalmente de los sectores populares. Llama la atención la cantidad de jóvenes que fueron asesinados por las fuerzas represivas del estado, en el marco del aislamiento social preventivo y obligatorio. Un triste ejemplo es el caso del joven Facundo Castro Astudillo, quien fue desaparecido y hallado muerto luego de tres meses. Lo último que se supo de él es que fue visto por última vez por la policía bonaerense. La misma que la semana pasada protagonizó hechos extorsivos hacia el Poder Ejecutivo Nacional y de la provincia de Buenos Aires.
Segundo Rosariazo: de ser perseguidos a perseguir a la policía
Tal como cuenta el historiador Leónidas Ceruti, la dictadura militar de 1966, tras intervenir «La Unión Ferroviaria», anuló convenios y conquistas, produjo rebajas de categorías y de sueldos, 116.000 empleados y obreros fueron sancionados. El 8 de septiembre de 1969, el Cuerpo de Delegados de la Seccional Rosario del Ferrocarril Mitre y la Comisión Coordinadora de la Unión Ferroviaria comunicaba que «se iniciaba una huelga de brazos caídos en los lugares de trabajo», tras la suspensión de un delegado administrativo. Pararon ese día los Talleres de Rosario, Pérez, Villa Diego, y personal administrativo. Por la noche en una masiva asamblea se decidió continuar la huelga, esta vez por 72 horas, con la adhesión de La Fraternidad, y la medida se extendió a las Seccionales de Arroyo Seco, Empalme, Villa Constitución, San Nicolás, Cañada de Gómez y Casilda.
La empresa anuncio suspensiones, la CGT Rosario se declaró «en estado de alerta y convocó a un plenario», mientras los delegados declararon «la huelga por tiempo indeterminado» a partir del día 12. La solidaridad del resto de los ferroviarios se extendió por todo el país. La dictadura a través del CONASE (Consejo Nacional de Seguridad), ordenaba la aplicación de la «Ley de Defensa Civil», por lo cual todo el personal ferroviario era movilizado, con convocatoria militar y les sería aplicado el Código de Justicia Militar.
Así, un plenario de 32 gremios de la «CGT Unificada de Rosario», resolvió «realizar un paro por 38 horas, los días 16 y 17”. La solidaridad llegaba de todos los trabajadores de Rosario. Los estudiantes universitarios y los partidos políticos se sumaron al paro. Hace muchos años, la historiadora Beba Balvé, señalo que el “Segundo Rosariazo o proletario sigue siendo el hecho maldito de la ciudad. De eso no se habla, no se recuerda, pareciera que el fuego antidictatorial continuara quemando”.
Se trató de la movilización de masas más importe de la historia de la ciudad. Los cálculos de la población que participó de esas jornadas van desde las 100.000 a las 250.000. Las clases dominantes tomaron nota de la capacidad de lucha y la fuerza de los trabajadores junto a otros sectores sociales. “Por eso durante años hubo un “pacto o conspiración de silencio” por parte de algunos periodistas, medios de comunicación, y dirigentes gremiales y políticos “arrepentidos” de esos pecados de juventud. Pero la tozuda voluntad de varios militantes por recuperar y mantener viva la memoria histórica de ese acontecimiento, hizo que desde hace varios años de eso se Hable, se Recuerde, y cada vez aparezcan más publicaciones, libros, videos, películas, jornadas de homenaje y debate”, explica Ceruti.
Mario ‘El Negro’ Aguirre, Secretario General de ATE Rosario y dirigente en ese Segundo Rosariazo afirmaba: “hasta que un día el paisano termine con este infierno y haciendo suyo el gobierno con solo esta ley se rija “es para todos la cobija o es para todos el invierno”. Y de ahí arrancamos. Si uno aguanta es gaucho bruto, si no aguanta es gaucho malo, porque es algo maldito en esta tierra ser obrero y con un pensamiento autentico nacional, popular y anti-imperialista, esto es lo que ha pasado siempre”.
“Si algo distinguió a los Rosariazos, fue la decisión de ganar las calles de todo el pueblo de la ciudad, contra una dictadura. Además en cada barricada reinaba la alegría, la solidaridad, se disfrutaba la pelea por la libertad, y la bronca antidictatorial florecía en las manifestaciones donde codo a codo luchaban peronistas, comunistas, socialistas, radicales, independientes. Por todo esto, debemos preservar la memoria histórica de las luchas del pueblo de Rosario, para que de eso sí se hable y se recuerde”, concluye el historiador obrero local.
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