Fortaleza bajo ataque

Luis Campos presentó en Rosario su libro “La Fortaleza. Sindicatos, Estado y correlaciones de fuerzas. Argentina 1945 – 2001”. Lo hizo junto a la secretaria general de la CTAA y ATE Rosario, Lorena Almirón; el dirigente nacional aceitero, Daniel Yofra; y el economista Sergio Arelovich.

La sede rosarina de ATE sirvió de escenario para poner sobre la mesa una temática fundamental para abordar la acción colectiva en perspectiva. En su libro, que originalmente fue una tesina, Campos conjugó un minucioso análisis sobre las entidades gremiales, su diálogo con la estructura estatal y las coyunturas políticas.

El material publicado por PIMSA e Imago Mundi, es un recorrido del movimiento sindical, de las leyes sindicales y de la historia argentina. Un aporte fundamental para el análisis de las transformaciones en la estructura ocupacional durante la segunda parte del siglo XX, para comprender los trayectos y potencialidades del movimiento sindical argentino.

Durante la presentación Campos, integrante del Instituto de Estudios y Formación de la CTAA, abogado y magíster en economía, puso el panóptico, Arelovich describió apasionadamente las partes del libro, mientras Almirón y Yofra le otorgaron pulso desde la propia experiencia al período post 2001. Trayectos distintos, pero anclados en una etapa que lanzó a la arena sindical a personas que no venían formadas ni ligadas a estructuras partidarias clásicas. Y los desafíos de construir y sostener la autonomía como valor y táctica obrera.

Para la praxis y el debate

“La Fortaleza” es un material originalmente académico. Tras varias intervenciones y pulidas que mejoraron cada borrador, Campos llegó al objetivo final: “que fuese un texto que se defendiese académicamente y sólido, que habilitara el debate en ese terreno, que también debe ser de disputa de los trabajadores y trabajadoras”.

Sobre el título, explicó que “la fortaleza es un lugar donde nos encontramos, nos refugiamos y nos defendemos. Es un lugar donde el patrón no entra, o deberíamos tratar que no entre. Las organizaciones sindicales son nuestro lugar como clase”. Y en ése camino resulta nodal en un mundo cada vez más emocional y menos argumentativo, asentar que “las condiciones objetivas no alcanzan para explicar el desarrollo sindical. También entran en juego las condiciones subjetivas y la representación de los intereses sectoriales”.

Uno de los discursos más instalados es que los sindicatos argentinos son fuertes porque son peronistas. “Estudiando se ve que uno de los mayores años de conflictividad es 1954 –gobierno de Perón-, cuando veníamos de dos años de suspensión de la negociación colectiva por el problema de la inflación y los trabajadores/as salimos a recuperar lo que perdimos anteriormente”, rememoró el autor.

Y destacó: “recuperar la experiencia de una fracción minoritaria pero intensa del movimiento obrero que se planteó representar los intereses políticos de los trabajadores en tanto obreros revolucionarios, es importante. No fueron un grupo de loquitos, lo vemos en los programas de La Falda y Huerta Grande” (en referencia a la CGT de los Argentinos).

Esa memoria histórica se hace fundamental en un esquema que busca criminalizar hoy a la actividad sindical. Campos graficó que “cuando se preguntan diez nombres de dirigentes sindicales aparecen siempre los mismos. Son los que más aparecen en los medios, es una operación ideológica de reducir la estructura sindical a diez o quince nombres. En general son hombres, negros, feos y millonarios”. Pero ese micro universo de dirigentes no grafica ni al 1% de la cantidad de gente que, a diario, construye a su manera y con matices las centenas de organizaciones gremiales de Argentina.

Pensando en lo que sigue dejó un interrogante: “si en el presente se cocina lo que viene ¿Qué se está cocinando hoy? ¿Cómo intervenimos ahí?”.

Para la mesita de luz

 “No es un libro para leer, es un libro para tener en la mesa de luz y se puede empezar a leer por cualquier capítulo”, afirmó en el inicio de su presentación el economista del Mirador de la Actualidad, el Trabajo y la Economía, Sergio Arelovich. “Tiene formato de tesis local y las formalidades de la academia, pero es un tratado de historia política de la Argentina”, alertó.

En una descripción minuciosa del material, apuntó que “son más de 7 capítulos y no se circunscribe sólo al período que dice” que transitan “la trama relacional del movimiento sindical en su heterogeneidad”.

Y analizó: “todas las experiencias nacionales y populares, democráticas, que tuvimos pos dictaduras o pos neoliberalismo, tuvieron casi como tarea central la reparación de daños, lo cual no está mal. Pero se transformó en un horizonte máximo, porque en general fuera de la reparación de los daños no hubo un abordaje en las huellas que dejaron en sedimento las experiencias anteriores. Lo cual permite explicar por qué ante la aparición de nuevos ciclos antipopulares, o la actual presidencia, no hubieran sido posible si los gobiernos nacionales, populares, se hubieran plantado distinto ante estas huellas”.

Del barrio al sindicato

“En la misma escuela donde fue alumna, fue ecónoma, se consolidó como referente territorial y del sector Asistentes Escolares”, recordó al presentar a Almirón la secretaria de Comunicación de la CTAA Rosario y moderadora del evento, Sofía Alberti.

La dirigenta de ATE desde 2019 y de la Central Regional desde 2022, aseguró que se nutrió “muchísimo” del trabajo barrial durante los `90, dado además en conjunto con sectores profesionales y otros oficios. “Vengo de un sector precarizado y feminizado, de una militancia social no partidaria y creo que eso transforma la manera de trabajar en los sindicatos con una perspectiva de géneros”, analizó.  

Pisando el año 2000, el hambre crecía en cada comedor escolar. Desde entonces sólo se fortaleció en ella la certeza de la “importancia de lograr y fortalecer la unidad de acción para enfrentar a los gobiernos”.

Sobre la estructura actual de empleo público en la provincia detalló que hay alrededor de 3.000 trabajadoras y trabajadores nacionales, de los cuales 1.800 son afiliados y afiliadas a ATE. Dependientes del Estado provincial hay 40.000 que podrían ser 15.000 más si se ejecutaran los pases a planta no firmes. De ese universo, 25.666 personas están afiliadas a ATE. En tanto en la municipalidad, hay casi 2500 compañeros y compañeras.

En los tres niveles se padecen “altos niveles de precarización laboral, serios problemas en condiciones de trabajo, con salarios muy bajos. La mayoría estamos en el 50% o menos de lo que la Junta Interna de ATE Indec especifica como salario mínimo elemental”.

Contra la opresión de la vergüenza

Daniel Yofra, trabajador de Dreyfus, Secretario General de la Federación de Trabajadores y Trabajadoras del Complejo Industrial Oleaginoso, de Desmotadores y Afines de la República Argentina, asistió a la charla en el medio de un paro nacional de su sector contra la Ley Bases. “Este año se cumplen 20 años de la negociación que llevamos adelante sobre la base del salario mínimo, vital y móvil”, resaltó.

“Muchos piensan que logramos ese salario porque las empresas lo pueden pagar”, provocó. Es que hay quienes han pretendido explicar el sostenimiento de los sueldos dignos de las y los aceiteros y desmotadores sólo en la rentabilidad patronal, lo que es desmentido por la misma historia.   

Por los años `90 los aceiteros de Rosario y zona, como en el resto del país, tenían salarios miserables y estaban condenados a cargarse de horas extras para sobrevivir. “Estábamos muy verdes, yo fui electo en 1993 como delegado y sólo el 10% tenía el convenio colectivo de aceiteros. Eran en su mayoría contratistas y de otros sindicatos. Hacíamos las reuniones a escondidas porque a los compañeros que los veían conmigo los despedían y ni siquiera podíamos hacer algo para defenderlo”, recordó.

En ese momento reconoció el apoyo mutuo con otras entidades gremiales locales que estaban en proceso de recuperación. Tal es el caso de Amsafe Rosario, que los asistió inicialmente en las protestas en puerta de fábrica, así como el mismo Yofra hizo de ‘remisero’ durante las elecciones docentes.

También, indisociable del camino gremial, destacó que “teníamos  la suerte de tener como mentor y guía a Horacio Zamboni”, el abogado laboralista que con disciplina, coherencia y tozudez formó a los dirigentes de aceiteros, hoy reconocidos. “Hacíamos 12 horas de extras permanentemente, no teníamos muchas alternativas. Hasta que en 2004 lo conozco a Horacio”.

“Nos costó muchísimo tiempo. Teníamos paciencia porque no teníamos fuerza para luchar. Lo importante era que no los echen y nos juntábamos con nuestras familias para fortalecernos”, contó. “A los trabajadores mientras más se los oprime, más vergüenza y miedo tienen de reclamar”, definió y sostuvo: “La fuerza de la clase trabajadora es a través de la conciencia”.

“Nos conocen más por el salario que por el trabajo gremial que hacemos, trayendo diversos pensamientos que nos ayuden a ver que el sindicalismo y la lucha no arrancó con nosotros, ni hoy con este gobierno y clase dirigente”, sostuvo Yofra.

Comunicación CTAA Rosario – Fotos: Diego Stabile

Escuchá la presentación completa en: https://www.sonidosderosario.com.ar/audio/presentacion-la-fortaleza-sindicatos-estado-y-relaciones-de-fuerzas-argentina-1945-2001-de-luis-campos/

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